Entrevista publicada no site do diário Tiempo argentino: http://tiempo.infonews.com/
Por: Lidia Fagale
El reciente anuncio de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, sobre la formación de una Comisión de la Verdad para investigar delitos de lesa humanidad cometidos en su país durante el período dictatorial (1964-1985), a pesar de la vigencia de la Ley de Amnistía que impide, por ahora, juzgar a los responsables, ha abierto expectativas respecto al destino que tuvieron los ciudadanos argentinos secuestrados y desaparecidos en Brasil en el marco del denominado Plan Cóndor. Esa coordinación represiva de las dictaduras del Cono Sur fue calificada por la justicia argentina como una “asociación ilícita” que buscó la articulación conjunta de fuerzas de seguridad latinoamericanas para ejercer el terrorismo de Estado contra ciudadanos de distintos países de Latinoamérica y cuyos responsables de cometer delitos de lesa humanidad ya están siendo juzgados en el país. Tiempo Argentino entrevistó a Flora Castro de Habegger, compañera del periodista, militante cristiano y miembro de Montoneros, Norberto Habegger, secuestrado por fuerzas brasileñas en 1978, un caso paradigmático dentro de la escalofriante cifra de 50 mil personas asesinadas, más de 30 mil desaparecidos y 400 mil encarcelados dentro del esquema propuesto por el denominado Plan Cóndor.
–¿Qué expectativas le genera esta nueva instancia de investigación, tratándose de la desaparición de Norberto, ocurrida en territorio brasileño?
–Para mí las expectativas son muchas y pienso que a través de ella podemos obtener más información sobre la detención de Norberto por parte de las Fuerzas Armadas, de Seguridad e Inteligencia brasileñas y también conocer cómo fue su entrega a los militares argentinos. Hay versiones que indican que fue visto después de su detención en Brasil, en algún campo de concentración de aquí, como el Olimpo o Campo de Mayo.
–¿Cuándo y por qué comenzó a inscribir la desaparición de su compañero en el marco del Plan Cóndor?
–Norberto fue secuestrado en Río de Janeiro en los primeros días de agosto de 1978, luego de estar con nosotros en México, donde yo estaba viviendo con nuestro hijo Andrés desde hacía aproximadamente un año. Allí me había ido en condición de exiliada, luego de ser secuestrada y dejada en libertad por las Fuerzas Armadas argentinas, que pretendían –por mi intermedio– llegar a mi compañero. Mientras tanto Norberto seguía su militancia en Buenos Aires. Él salió de México en un vuelo de PanAm con destino a Río el 31 de julio, llegando a destino al día siguiente, en que debía mantener una reunión con compañeros militantes de Buenos Aires, para luego partir en unos días hacia Madrid. Al no tener noticias ni llamados de él, supusimos que algo había pasado y a partir de allí confirmamos su secuestro, ocurrido tras su arribo a Río. Entonces comenzamos en México con algunos compañeros periodistas a realizar las denuncias por su desaparición. Ya circulaban versiones que afirmaban que un grupo de militares argentinos habían viajado a Brasil para secuestrarlo y traerlo a nuestro país. Y esto sólo era posible en combinación con las fuerzas de seguridad brasileñas. Pero la corroboración en torno a la existencia de un plan liderado por fuerzas conjuntas de distintos países de Latinoamérica para secuestrar, matar, hacer desaparecer militantes, lo que luego conoceríamos bajo el nombre de Plan Cóndor, la tuve en 1979 durante la reunión del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) realizada en Puebla, México. Allí mantuve una entrevista con el cardenal de Río de Janeiro, quien me confirmó poco después mediante una misiva conocer el caso de Norberto, ocurrido en territorio brasileño. En México, entre agosto y septiembre de 1978, concurrí al Consulado brasileño a realizar la denuncia y reclamar. En un principio no me querían aceptar mis reclamos y pedidos de información, pero ante la evidencia de los datos sobre el vuelo en que Norberto había salido con destino a Río tuvieron que aceptar el reclamo. Posteriormente, se realizó una conferencia de prensa en el Distrito Federal de México, impulsada por la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP), a la cual asistió su secretario general y algunos periodistas argentinos exiliados en México. En mis denuncias siempre incluí el caso de Norberto dentro del Plan Cóndor, tanto es así que con mi hijo somos querellantes en la causa, auspiciados por el CELS.
–¿Estaría en condiciones de ir a declarar ante la Comisión de la Verdad?
–Sí, por supuesto. Yo ya estuve en Brasil, específicamente en Porto Alegre revisando los primeros archivos que se abrieron a fines de los ’90, justamente concurrí auspiciada por el Movimiento Ecuménico de Derechos Humanos y junto a la secretaria de Derechos Humanos de aquel entonces, Alicia Pierini, pero esos documentos no nos aportaron nada sobre el caso de Norberto. En esa oportunidad conocí a Jair Krischke, consejero del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos (MJDH/Brasil) y fundador de honor del Centro Latinoamericano de Investigación (CELADI), quien ya estaba investigando el accionar del Plan Cóndor en Brasil. Él sostiene que desde 1970, en el Cono Sur de América, el aparato de la represión brasileña, en sus “operativos”, utilizaba los métodos que después serían adoptados por el Plan Cóndor. Afirma que sin dudas, se puede decir que Brasil tenía las premisas del Cóndor desde aquella época. Además, el ex preso político paraguayo, el profesor Martín Almada, quien en 1992 descubrió archivos importantísimos (llamados “los archivos del Terror”) con documentación sobre el Plan Cóndor, siempre sostuvo, con fundamentos, que los militares brasileños “ocultaban” información sobre esa red montada por los regímenes militares sudamericanos y esto a lo largo de los años ha quedado confirmado y demostrado. Debo destacar que debido a las denuncias realizadas por mí desde México, y las que posteriormente hice al regresar al país, lograron que Norberto figure en las listas de desaparecidos de Brasil, lo mismo que Mónica Pinus, Horacio Domingo Campliglia, Ismael Viñas, hijo del ya fallecido David Viñas, y el sacerdote Jorge Adur, entre otros.
–Imagino que podrá aportar todo lo que ya lleva actuado ante la justicia argentina como querellante en la causa por la desaparición de Norberto Habbeger…
–Si me llaman a declarar ante esta nueva Comisión de la Verdad creada para ese fin, volvería a reiterar mis denuncias. Denuncia que está ampliamente respaldada por las constancias que se desprenden de la CONADEP, bajo la numeración 1713, que documenta el secuestro en la ciudad de Río de Janeiro, y su posterior entrega a las fuerzas militares argentinas. De ahí en más surgen testimonios que aseguran haberlo visto hasta diciembre de 1978, en un centro clandestino de nuestro país. Estos datos, así como las características asumidas por el Plan Cóndor, han sido investigados por la periodista y escritora argentina Stella Calloni en sus obras Operación Cóndor – Pacto Criminal y Los Años del Lobo, entre otras. Puntualmente ella refiere que en uno de los documentos desclasificados y obtenidos en Paraguay existe un informe, sin firma, dirigido desde Brasil a Pastor Coronel, jefe de Inteligencia del dictador de Paraguay, Alfredo Stroessner, en el que se menciona “el buen trabajo de los brasileños en la desaparición de varios argentinos en Brasil”, y menciona, puntualmente, “el caso de Norberto Habegger”. Se suman, documentos liberados por el Archivo Nacional de Seguridad de Brasil que años atrás revelaron la complicidad de ese país con las dictaduras sudamericanas en el marco del Plan Cóndor que coordinó la represión en los años ’70. Las investigaciones llevadas adelante por la Comisión de Familiares de Muertos Políticos brasileños desde que se fundó así lo demuestran. Aunque las cifras son muy imprecisas. Se habla de una lista de 400, desaparecidos en Brasil, entre los cuales figuran, también, los cuatro ciudadanos argentinos que mencioné y otros que no porque deben haber sido secuestrados después de 1979.
–¿Cuáles serían los aspectos que más destacaría a la hora de ir a declarar ante la Comisión de la Verdad?
–Fundamentalmente, la colaboración entre los servicios de inteligencia y militares de ambos países, semejante a la que se realizó con Uruguay, Paraguay, Chile, Perú y otro países de Latinoamérica en una coordinación que buscaba reprimir con igual fuerza y metodologías parecidas los procesos revolucionarios que se estaban dando por ese entonces en nuestros países. Esta coordinación es la que conocemos justamente como el Plan u Operativo Cóndor. No olvidemos que Norberto era conocido por su militancia anterior en las juventudes demócrata-cristianas así como por su asistencia a reuniones y Congresos de esa fuerza en diversos países, como Chile, Perú, Colombia, Brasil… y con una fuerte impronta de constituir ya por aquel entonces una unidad latinoamericana. Además, los juicios que se están llevando a cabo por delitos de lesa humanidad cometidos en el marco del Plan Cóndor en Argentina constituyen un aporte superlativo para las investigaciones que recién se inician en Brasil. En la causa del Operativo Cóndor en la cual somos querellantes mi hijo y yo, existen testigos, no muchos, pero sí es mucha la documentación existente por las denuncias efectuadas ante diversos organismos internacionales, como Armesty Internacional, la ONU, Federación Europea de Sindicalistas, el Vaticano, diarios y revistas de la época del Brasil, México y Argentina y muchos otras que figuran en los archivos del legajo de desaparición de Norberto en la Secretaría de Derechos Humanos de Argentina. Además, en uno de los juicios ya realizados por los secuestros de la red Club Atlético, Olimpo, existen algunos datos que aportan testigos que podrían contribuir a apoyar y complementar la causa. Todos estos elementos deben ser considerados también por la Comisión de la Verdad de Brasil.
–Habegger inicia su militancia en la Democracia Cristiana y también usted fue una militante cristiana. ¿Cómo valora la actuación de la Iglesia brasileña durante los períodos de dictaduras militares?
–No se puede comparar de ningún modo el compromiso asumido por los distintos sectores de la Iglesia brasileña con el terrorismo de Estado respecto de la postura asumida por la Iglesia argentina. Incluso en nuestro caso hemos recibido mucho apoyo de la Iglesia de Brasil. Como por ejemplo, por parte de la Comisión presidida en aquel entonces por monseñor Paulo Evaristo Arns, actualmente arzobispo emérito de la Arquidiócesis de São Paulo. Él fue quien nos tomó la denuncia y nos ayudó. Lo mismo que el entonces cardenal de Río de Janeiro, Lucas Moreira Neves, y otros obispos brasileños que me recibieron y apoyaron cuando los visité en Puebla durante la reunión de CELAM (1979) Posteriormente, mediante correspondencia contribuyeron a darme algunos datos que aportaron elementos para esclarecer el caso. La Iglesia brasileña a través de muchos de sus obispos siempre fue muy comprometida con su pueblo y ayudó a los perseguidos y dirigentes revolucionarios de muchos países de Latinoamérica. No puedo decir lo mismo de la Iglesia argentina, a excepción de monseñor (Vicente Faustino) Zazpe, quien me oyó y consoló. Sin embargo, otros obispos me negaron apoyo y ayuda en momentos muy difíciles de mi vida a pesar de mi conocida militancia cristiana.