Por Juan Arias
Una categoría olvidada que durante la dictadura militar de Brasil sufrió torturas, vejaciones y muerte ha querido salir de las sombras para exigir justicia: las prostitutas. “Teníamos que hacer sexo con los carceleros para poder tener agua”, dice Safita que aún vive y hace shows en Piauí. Y Nanci Feijó, Coordinadora de la Asociación de Pernambuco de Profesionales del Sexo (APPS) recuerda que eran tratadas por la policía como “vagas y maleantes”, torturadas, obligadas a hacer trabajos degradantes. “Muchas no resistieron y murieron”, recuerda, y añade: “Todos teníamos miedo. No podíamos pedir socorro a nadie”.
Eso era entonces. Hoy, que viven en un país que goza de democracia y que defiende todos los derechos humanos, las prostitutas humilladas por los militares de entonces han decidido defender sus derechos y reivindicar resarcimiento de daños. Para ello, han acudido a la Comisión de la Verdad, creada por la presidenta Dilma Rousseff para esclarecer todo lo que aún queda oculto de aquel periodo de miedo y muerte. “Muchas nos heríamos con cuchillas de afeitar cuando estábamos presas para que nos llevaran al hospital y poder escapar”, cuentan las supervivientes.
¿Conseguirán aquellas perseguidas, torturadas y hasta muertas por la dictadura por el crimen de vender su cuerpo, que se les reconozca que fueron víctimas inocentes? Quizás, no. Todo hace prever que seguirán discriminadas a causa de esos laberintos leguleyos que acaban siempre dejando a los más débiles al margen, incluso de los derechos que les pertenecen.
Las primeras reacciones a su pedido de resarcimiento de daños materiales y morales están siendo negativas. Hasta ahora se les ha concedido una pensión vitalicia a los que ha conseguido probar que fueron víctimas de la persecución militar, pero “por persecución política”. Y son miles.
¿Fueron las prostitutas de entonces perseguidas por sus ideas políticas o solo por ser lo que eran, es decir profesionales del sexo, es decir “vagas y maleantes”?
Como no podrán probar que las vejaciones y torturas que recibieron tuvieron un origen político, se quedarán con las manos vacías, doblemente discriminadas. Exactamente como les ha ocurrido a los indígenas que sufrieron durante la dictadura pero que no pueden probar que fueron “perseguidos políticos”.
“Nos usaron y abusaron y ahora nos dejan de nuevo en la cuneta, sin derecho a nada”, explican dolidas, pero no resignadas. “Seguiremos luchando”, explica Sueli. Si fuera necesario, pedirán ayuda a la mismísima presidenta Dilma, también ella presa y torturada durante la dictadura. Quizás sea esa su última esperanza.
Notícia publica no blog “Vientos de Brasil”. Disponível em: <http://blogs.elpais.com/vientos-de-brasil/>.